Las proteínas son el producto final en la cadena de información genética. Ellas ejecutan las funciones del ser vivo. Transforman los materiales y la energía, dan movilidad a los organismos, controlan su funcionamiento y participan en todo, hasta en el pensamiento. Mientras que las secuencias son lineales, una fila de letras una tras otra, la función depende de formas tridimensionales.
La inteligencia artificial fue una herramienta, la parte dura del trabajo le correspondió a la inteligencia natural.
Las proteínas son pequeñas máquinas, habilitadas cada una para una función. La descripción de la estructura de una proteína era un reto extraordinario, el trabajo de toda una vida: había que purificar la proteína; luego, cristalizarla (otro casi imposible), y de la imagen de difracción de rayos X que producía el cristal se deducía la localización de los átomos. Max Perutz y John Andrew ganaron el Nobel en 1962 por las estructuras de hemoglobina y mioglobina. Dos proteínas involucradas en el transporte y la utilización del oxígeno. Se fue acumulando mucha información desde entonces. Una base de datos, de acceso libre, llegó a tener 200.000 estructuras resueltas gracias a ese trabajo de hormigas.
Una mitad del Nobel de Química este 2024 la recibieron Denis Hassabis y John M. Jumper, quienes trabajan en DeepMind, el laboratorio central de inteligencia artificial (IA) de Google en Londres. Los premiados lograron construir un software 'inteligente', AlphaFold, que aprovechando toda esa información es capaz de predecir, con precisión, la estructura proteica espacial a partir de una secuencia lineal. Se han hecho ya más de dos millones y medio de esas predicciones; fue un 'imposible' que se superó.
Otro imposible, complementario al anterior, es deducir de una estructura la función que cumple y, más difícil aún, construir proteínas inexistentes en la naturaleza para que ejecuten nuevas funciones.
La otra mitad del premio Nobel se le concedió a David Baker, de la Universidad de Washington. Usando información sobre estructuras y funciones, y un software sofisticado basado en IA, Baker y colaboradores lograron diseñar y sintetizar proteínas antes inexistentes para que ejecuten funciones asignadas. Este avance abre la puerta a la producción de fármacos y otros materiales, algo inimaginable.
La noticia se presentó en los medios como un premio Nobel de Química a la IA. Eso no es preciso. El verdadero mérito fue resolver dos problemas categorizados antes como de solución imposible. La inteligencia artificial fue una herramienta, la parte dura del trabajo le correspondió a la inteligencia natural.
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