A comienzos de julio de 1791 – el año de su muerte – Wolfgang Amadeus Mozart recibió en Viena un encargo inesperado, circunstancia destinada a convertirse por medio de misteriosas combinaciones y atrayentes aspectos románticos, en una de las leyendas más famosas de su vida. Se cuenta que un desconocido personaje con capa, sombrero y vestido negros se presentó en su casa con una carta que contenía el encargo para la composición de una Misa de Difuntos, y con la terminante petición de que no se investigara sobre la identidad de quien la encargaba. ‘(…) los sombríos presentimientos de muerte – comenta el musicólogo austriaco Bernhard Paumgartner – que desde hacía meses embargaban la fantasía sobreexcitada de Mozart, se plasmaron en la creencia de que se le había aparecido un mensajero del más allá para encargarle su ‘propia’ Misa de Requiem. Éste es el origen de la última gran página de Mozart y del delirio que puso a fatal prueba su tranquilidad ya bastante débil, persiguiéndolo en un angustioso crescendo hasta el final de sus días.
Hoy se escuchará:
•Introitus (Requiem aeternam y Kyrie eleison); Secuencias (Dies irae, Tuba mirum, Rex tremendae, Recordare Iesu pie, Confutatis maledictis y Lacrymosa); Offertorium (Domine Iesu Christe y Hostias et preces) del Requiem en Re menor para solistas, coro y orquesta KV 626 (inconcluso). Margaret Price, soprano; Trudeliese Schmidt, contralto; Francisco Araiza, tenor; Theo Adam, bajo; Coro de Radio Leipzig; Staatskapelle de Dresde, Peter Schreier, dirección.
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