Las raíces originales del blues se encuentran en los cantos, músicas y danzas de las tierras africanas diezmadas por los traficantes de esclavos. Despojadas de su ambiente y de sus funciones sociales y culturales, y casi siempre prohibidas, estas manifestaciones irán conformando una suerte de memoria esclava que fragmentada y distorsionada se irá transmitiendo en el contexto de los cantos, danzas y músicas de la tierras norteamericanas, con las que chocan, se rozan y se funden: un universo de lenguas aborígenes e inglesa, francesa y alemana; de rimas infantiles, himnos, canciones y baladas, valses, cuadrillas y polkas. De este conjunto heterogéneo surgirá algo que no se deja descomponer en partes exactas pero cuya cristalización marca la irrupción de lo negro en su nuevo entorno social, en el Delta del Mississippi. Música que cobra forma mediante los cantos de trabajo, los gritos y llamados que inyectan ritmo a la labor en las plantaciones, los lamentos que se tararean en la noche después del trabajo extenuante, los spirituals y finalmente el jazz y el blues, nacido probablemente entre 1865 y 1870 después de la Guerra de Secesión, una vez abolida la esclavitud. Heredero directo del arte del brujo tribal, del fabulista africano, evocador de la trova y del trovador provenzal, el blues pronto podrá encontrar un espacio y una identidad a partir del espacio y la identidad de sus inventores. Una vez libre, a pesar de que a menudo su nueva condición no implique mejoría alguna, el negro ya puede cantar en su nombre, puede contar su historia y la de su pueblo, crear mitos y poemas, manifestar aquello que vive, bueno o malo, las alegrías y penas y por supuesto cantarle al amor. Por que el blues, criado en el dolor, no puede existir sino en la libertad de su sujeto. Esta es la clase de música que se transmite en “La Hora del Blues”, uno de los programas mas antiguos de la emisora.